Como ya os
he contado en la entrada anterior (¿Qué son los textos folclóricos?) hay muchas
historias y cuentos que en un principio puedes pensar que son de Disney (como es
el ejemplo de la sirenita, o Blancanieves, etc.) pero en realidad son cuentos
folclóricos de alguna parte del mundo, que se contaban en los pueblos y que más
tarde se recopilaron por escrito y se adaptaron. Por ejemplo en el caso de la
Bella y la Bestia, hay una versión de Madame Leprince de Beaumont, otra versión
es la que hace Disney. Lo mismo ocurre con la historia de la Sirenita, es una
versión de Andersen. Me parece una historia muy bonita, para poder ver la
simbología en los cuentos folclóricos, así que primero os pondré la historia y
después analizare el cuento.
Os dejo la
página web de donde he sacado la historia, y donde podréis encontrar muchas más
versiones de muchos otros autores y adaptadores.
LA SIRENITA
En el fondo
del más azul de los océanos había un maravilloso palacio en el cual habitaba el
Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca.
Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas,
junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.
La Sirenita, la más joven, además de ser la más
bella poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los
peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando
sus perlas, y las medusas al oírla dejaban de flotar.
La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y
cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a
duras penas se filtraba a través de las aguas profundas.
-¡Oh! ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie
para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz
de los hombres y oler el perfume de las flores!
-Todavía eres demasiado joven -respondió la
abuela-. Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para
subir a la superficie, como a tus hermanas.
La Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el
cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba
durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de
la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para
conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín adornado con
flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le
acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas,
no respondían a su llamada.
Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante
toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre
la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su
hombro una hermosísima flor.
-¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el
cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos
admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. Sé prudente
y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!
Apenas su padre terminó de hablar, La Sirenita le
di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan
veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del
agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras
estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se había puesto en el
horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía
lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban oír
sus alegres graznidos de bienvenida.
-¡Qué hermoso es todo! -exclamó feliz, dando
palmadas.
Pero su asombro y admiración aumentaron todavía:
una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos
echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del
mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. “¡Cómo me gustaría
hablar con ellos!", pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante,
que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: “¡Jamás seré como
ellos!”
A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por
una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: “¡Viva
nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!” La pequeña sirena, atónita y
extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo
aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. La Sirenita no
podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al
mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.
La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba
cada vez más. La Sirenita se dio cuenta en seguida del peligro que corrían
aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo
entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible
borrasca sorprendió a la nave desprevenida.
-¡Cuidado! ¡El mar...! -en vano la Sirenita gritó y
gritó.
Pero sus gritos, silenciados por el rumor del
viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza
la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura
y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se
hundió. La Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía
al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato
entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso,
milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe,
lo tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita,
nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte
segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre
un mar todavía lívido, la Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y
poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder
andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando
las manos del joven y dándole calor con su cuerpo.
Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban
la obligaron a buscar refugio en el mar.
-¡Corran! ¡Corran! -gritaba una dama de forma
atolondrada- ¡Hay un hombre en la playa! ¡Está vivo! ¡Pobrecito...! ¡Ha sido la
tormenta...! ¡Llevémoslo al castillo! ¡No! ¡No! Es mejor pedir ayuda...
La primera cosa que vio el joven al recobrar el
conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas.
-¡Gracias por haberme salvado! -le susurró a la
bella desconocida.
La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al
que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella, y
no la otra, quien lo había salvado.
Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que,
en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera
querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas
durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!
Cuando llegó a la mansión paterna, la Sirenita
empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en la garganta y, echándose a
llorar, se refugió en su habitación. Días y más días permaneció encerrada sin
querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor
por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca
podría casarse con un hombre.
Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla.
Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla.
-¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu
cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás
sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un
terrible dolor.
-¡No me importa -respondió la Sirenita con lágrimas
en los ojos- a condición de que pueda volver con él!
¡No he terminado todavía! -dijo la vieja-. ¡Deberás
darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el
hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la
espuma de una ola.
-¡Acepto! -dijo por último la Sirenita y, sin dudar
un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a
la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se
arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.
Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el
conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel
semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando
que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que
el mar había traído.
-No temas -le dijo de repente-. Estás a salvo. ¿De
dónde vienes?
Pero la Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no
pudo responderle.
-Te llevaré al castillo y te curaré.
Durante los días siguientes, para la Sirenita
empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe
en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y
como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le
producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no
pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía
afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a
la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio.
Desde entonces no la había visto más porque,
después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su
país. Cuando estaba con la Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero
afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que
se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por
las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto
a la playa.
Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día,
desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se
acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de la
Sirenita.
La desconocida que el príncipe llevaba en el
corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. La
Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento
supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en
matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto
que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda,
los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que
estaba amarrada todavía en el puerto. La Sirenita también subió a bordo con
ellos, y el viaje dio comienzo.
Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber
perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la
hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar.
Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas:
-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus
hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la
bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al
príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás
todas tus penas.
Como en un sueño, la Sirenita, sujetando el puñal,
se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del
príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya
amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba
y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.
Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un
rayo amarillento sobre el mar y, la Sirenita, desde las aguas heladas, se
volvió para ver la luz por última vez. Pero de improviso, como por encanto, una
fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del
cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana,
cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas:
-¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!
-¿Quiénes son? -murmuró la muchacha, dándose cuenta
de que había recobrado la voz-. ¿Dónde están?
-Estás con nosotras en el cielo. Somos las hadas
del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a
quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.
La Sirenita, conmovida, miró hacia abajo, hacia el
mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le
llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban:
-¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que
nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras!
Volemos hacia los países cálidos, donde el aire mata a los hombres, para llevar
ahí un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y consuelos, y
cuando hayamos hecho el bien durante trescientos años, recibiremos un alma
inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le
decían.
-¡Tú has hecho con tu corazón los mismos esfuerzos
que nosotras, has sufrido y salido victoriosa de tus pruebas y te has elevado
hasta el mundo de los espíritus del aire, donde no depende más que de ti
conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.
Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo,
lloró por primera vez.
Oyéronse de nuevo en el buque los cantos de
alegría: vio al Príncipe y a su linda esposa mirar con melancolía la espuma
juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible, abrazó a la esposa del
Príncipe, envió una sonrisa al esposo, y en seguida subió con las demás hijas
del viento envuelta en una nube color de rosa que se elevó hasta el cielo.
FIN
Analísis de la
simbología de la historia “La Sirenita”:
Cómo vemos en la
historia, la protagonista la Sirenita es una adolescente, cuando cumple los 15
es cuando ya puede subir a la superficie, es lo que podríamos decir que se le
presenta en sociedad, cómo se hacía en otras culturas y épocas (aunque hay países
donde todavía se hace este ritual, donde las niñas ya pueden vestirse de largo,
y son presentadas). Es el paso de niña a mujer.
El núcleo familiar 1
es donde vive la Sirenita, en el fondo del mar junto a su padre, el rey del mar
y sus hermanas. Al cumplir los 15 años, ella desea explorar el mundo, ver
aquello que se le prohíbe (en este caso el mundo de los humanos). Cuando ya
tiene edad para subir a la superficie, se queda alucinada con ese mundo. Al
salvar al joven príncipe se enamora de
él, un amor incondicional. Por ese amor ella es capaz de renunciar a su vida
junto a su familia y con las condiciones que le pone la Hechicera (tener
piernas pero que cada vez que ande le duela y perder su preciosa voz) sigue
adelante con la idea y la ilusión de estar con su príncipe y vivir en tierra.
Podemos ver como la
Sirenita empieza su viaje iniciático, y como la Hechicera (rol de agresor) le
pone impedimentos (el perder la voz y los dolores al andar) además de ponerle
la condición de que si el príncipe se casará con otra, ella desaparecería en el
agua como la espuma de las olas.
Una vez en la
superficie, ella está encantada al lado de su príncipe, aunque sabe que no es
correspondida, porque él quiere a la joven que piensa que le salvo. Aun así
ella decide seguir a su lado, estar con él aun si poder hablarle y con dolores
cada vez que anda. Con el único consuelo de bajar por las noches a la playa y
llorar.
Cuando el príncipe se
casa, tiene la oportunidad de matarle con un puñal mágico (que sus hermanas le
dan) pero ella decide ser coherente con su corazón y su decisión y es incapaz
de matar a la persona que ama, aun sin ser correspondida.¿ Cuántas veces hemos
sufrido por amor no correspondido?. Aun sabiendo que no somos queridos por la
otra persona, hemos permanecido allí a su lado, aunque eso nos hiciera daño.
La historia de la
Sirenita, nos cuenta una historia que podemos oír miles de veces, haber vivido o
que a amigas les haya pasado. Una historia de un amor no correspondido.
Podríamos decir que
la Sirenita consigue un segundo núcleo familiar, aunque no sea el que ella
deseaba (casarse con el príncipe) es el de irse al cielo y convertirse en Hada
del Cielo.
Con este análisis,
quiero hacer ver que los cuentos folclóricos no son machistas, no tratan a las
mujeres de tontas, sino que revelan los deseos de la gente de la época. El
deseo de conseguir un amor, como en el caso de la Sirenita o Cenicienta, el deseo de casarse, etc.
Esta es la estatua de bronce que
hay en Coppenhague.
En otra ocasión hare
una entrada contándoos la historia de la Cenicienta, que es muy diferente si analizamos
la versión de los Hermanos Grimm que la versión de Disney. Y podemos ver cómo
no era una muchacha desvalida, sino que lucha por lo que quiere.
Espero que os haya
gustado esta visión del cuento de la sirenita.
No olvidéis que los
cuentos, las historias nos pueden aportar nuevos conocimientos (que no
moralejas)
Es alucinante como cambia la historia de cómo la conocíamos por la mítica película de la factoría Disney a como la cuenta Andersen. Lee la de la Bella y la bestia si tienes oportunidad, te sorprenderá.
ResponderEliminarUn besito
Anotado.
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